La motivación extrínseca es aquella que proviene de factores que son externos al individuo. En otras palabras, la conducta deja de estar guiada por el interés personal o la satisfacción interna de la persona, y viene marcada por la consecución de algún tipo de recompensa o para evitar una consecuencia negativa.
Si lo vemos con ejemplos, un estudiante podría esforzarse muchas horas para conseguir una buena nota en un examen. Y un empleado que trabaja con más intensidad para conseguir un bono sería un caso de motivación extrínseca en el trabajo. El reconocimiento social para alguien que entrena su cuerpo también sería una motivación externa.
En el campo de la psicología, su estudio nos ayuda a entender cómo se puede dirigir la conducta humana para alcanzar objetivos concretos. Si bien se suele considerar que se trata de un interés menos genuino, sigue desempeñando un papel muy importante en el día a día y en la organización social. Para facilitar la convivencia y que se cumplan con objetivos comunes se pueden establecer estructuras que premien ciertos comportamientos o desincentiven otros.
Tal y como mencionamos en la introducción, hay diferencias entre la motivación extrínseca e intrínseca. Ya sabemos en qué consiste la primera, que viene determinada por factores externos. Sin embargo, esta última, la intrínseca, se origina en la propia persona. Es decir, que se actúa por placer, interés o satisfacción personal.
Un ejemplo sencillo sería la lectura de un libro para disfrutar de la historia o porque trata sobre una temática de interés. Pero si el libro se leyera para aprobar un examen, entonces ya no hablaríamos de motivación intrínseca, sino de extrínseca.
Si queremos afirmar cuál es las dos es más relevante, la respuesta está en el contexto y en los objetivos. La intrínseca se suele mantener en el tiempo y permite profundizar o avanzar en la materia en cuestión. La extrínseca es más eficaz para metas concretas, sobre todo a corto o medio plazo.
En la práctica, se suelen combinar los dos tipos. En educación, se utilizan recompensas externas como las calificaciones o los elogios, pero también se busca despertar el interés interno del alumnado, que es uno de los objetivos de la psicología educativa.
La motivación extrínseca presenta una serie de características que la distinguen de los impulsos conductuales. Gracias a ello, se puede estudiar su funcionamiento en diferentes entornos y los efectos que tiene en el comportamiento humano.
La primera característica es que siempre está vinculada a un resultado externo. Por tanto, la razón por la que se realiza la acción no es disfrute personal, sino conseguir algo o evitar una consecuencia. Esto no quiere decir que la experiencia sea negativa; simplemente que el motor es externo.
Otra característica es la relación con el entorno. La motivación extrínseca depende en gran medida de los sistemas de incentivos. Estos pueden ser parte de una organización, las instituciones públicas o incluso los grupos sociales. Por ejemplo, recompensas en el trabajo, las sanciones legales o los reconocimientos públicos. Cualquiera de ellos puede moldear la conducta de una persona. Esta temática se estudia en la psicología organizacional.
La motivación extrínseca en psicología convierte la acción en un medio para alcanzar un fin. En decir, que el objetivo principal no es el mero disfrute del proceso, sino alcanzar un objetivo concreto.
Por eso, se dice que tiene un carácter instrumental, que si bien puede ser muy eficaz, también se corre el riesgo de reducir el compromiso tan pronto como desaparece la recompensa. Es por esto que los programas educativos y laborales suelen combinar estímulos externos con estrategias que fomenten la autonomía y el interés personal.
Los tipos de motivación extrínseca se pueden comprender mejor con ejemplos prácticos de situaciones concretas. Están presente en muchos ámbitos de la vida cotidiana, y por eso, la psicología ha encontrado formas de aplicarla para mejorar los resultados en educación, trabajo o desarrollo personal.
En el ámbito escolar, los recursos extrínsecos que se suelen usar para incentivar el esfuerzo del alumnado son los premios, las notas o los elogios por parte del profesorado. Aunque pueden parecer simples, son capaces de orientar la conducta hacia los objetivos académicos. El uso del refuerzo positivo es una de las técnicas más eficaces para mantener la motivación, siempre que se combine con propuestas que desarrollen el interés propio por aprender.
En el entorno laboral, la motivación extrínseca aparece en forma de bonificaciones, ascensos o reconocimientos públicos. Estos estímulos mejoran el rendimiento individual y favorecen la competitividad y el sentido de pertenencia.
Sin embargo, los incentivos laborales deben aplicarse con equilibrio, puesto que se corre el riesgo de generar demasiada presión en la plantilla o dependencia del incentivo. El objetivo debe ser diseñar sistemas de recompensas que sean capaces de aumentar la productividad, pero sin renunciar al bienestar emocional de la plantilla.
Fuera del aula y del trabajo, la motivación extrínseca también se utiliza para adquirir nuevos hábitos. Por ejemplo, una persona que empieza a ir al gimnasio porque quiere recibir comentarios positivos de su entorno o alguien que se compromete con una dieta para alcanzar un objetivo estético. Estos estímulos suelen ser útiles en las primeras etapas del cambio, ya que ayudan a iniciar conductas que luego pueden convertirse en hábitos más estables.
La motivación extrínseca es una herramienta que nos ayuda a entender cómo se orienta el comportamiento de las personas hacia metas concretas. A diferencia de la intrínseca, no suele generar aprendizajes, sino que se orienta a la acción y a la consecución de resultados rápidos en áreas como educación o trabajo e incluso en la vida cotidiana.
Su estudio es fundamental dentro de la psicología, y puedes aprender más sobre ella en el Bachelor en Psicología de la Universitat Carlemany.