Es, básicamente, el proceso que permite que los organismos vivos adquieran los nutrientes necesarios para mantener el proceso homeostático. También se aplica al estudio de las propiedades de los alimentos, para conocer sus nutrientes. No ha de extrañar, pues, que la importancia de la nutrición sea grande.
Si un organismo no se nutre, no obtiene los elementos necesarios para sobrevivir. Por lo tanto, la importancia que tiene esta disciplina es clave para los seres humanos, plantas y animales. En un Bachelor en Psicología se trata también esta área y conocerás las partes clave.
Somos lo que comemos e, indudablemente, la importancia de la nutrición se ve en su relación con la salud mental. El binomio dieta equilibrada y mente sana funciona, y lo hace por varias razones. Estos son los motivos para mantener una dieta equilibrada:
El cerebro, para funcionar correctamente, necesita asimilar determinados nutrientes. Es el caso de la glucosa, pero también los ácidos grasos Omega-3 para formar las células cerebrales, vitamina B, aminoácidos, antioxidantes, probióticos y minerales.
La nutrición también está relacionada con el funcionamiento de los neurotransmisores. Por ejemplo, los aminoácidos producen triptófano y, con ello, aumenta la producción de serotonina para mejorar el bienestar.
Hablar de alimentación y salud mental es hacerlo de una problemática importante. En los últimos años, ha habido una preocupación creciente por los efectos que una nutrición sana o no puede tener en la salud mental. Veamos algunos ejemplos:
Existe una relación entre alimentación y emociones. No en vano, el consumo de alimentos excesivamente grasos (saturados) o azucarados puede contribuir al desarrollo de estados depresivos, pero, también, en la irritabilidad, estado de ánimo, fatiga mental e insomnio.
Trastornos como la ansiedad y la depresión están, en gran medida, relacionados con nuestra dieta. Por eso, hay alimentos ricos en determinados oligoelementos, e incluso superalimentos, que pueden ayudar a reducir la incidencia de estos fenómenos; algunos estudios sugieren que un suplemento de magnesio puede ser beneficioso para combatir la depresión. Por el contrario, un déficit de vitamina D, según otros estudios, aumenta la incidencia de la ansiedad y la depresión.
Una nutrición buena o mala influye, decisivamente, en el rendimiento cognitivo. Abusar de la comida procesada, las grasas saturadas o el azúcar embota la capacidad de concentración; además, a veces la higiene alimentaria se ve comprometida. Sin embargo, una dieta basada en alimentos ricos en vitaminas, minerales y productos de temporada, como la mediterránea, sí puede ayudar a ello. No es el único factor a valorar, pero sí influye, y mucho, a la hora de concentrarse.
A nadie se le escapa que no comemos solo para saciar el hambre; en ocasiones la comida es, también, un placebo para cubrir otras carencias o, simplemente, una distracción; otras veces, nuestro estado de ánimo influye en los hábitos alimentarios que adoptamos. Por eso, conviene hacer distinciones detalladas sobre las distintas vertientes que existen:
Hablamos de hambre emocional cuando, por algún disgusto o por una situación de inquietud, tenemos la necesidad de comer. En cambio, el hambre fisiológica es aquella que se centra, en exclusiva, en satisfacer las necesidades de alimentación para la subsistencia.
El estrés, laansiedad y la alimentación también van relacionadas y de forma bidireccional. Una persona estresada o ansiosa tiene tendencia a comer más comida basura, mientras que una alimentación deficiente también contribuye a que el estrés o la ansiedad estén presentes. Por lo tanto, los efectos psicológicos de una mala alimentación son evidentes. Y es fundamental huir de las dietas milagro, porque pueden tener un efecto rebote contraproducente; en estos contextos, se debe apostar por nutricionistas.
Los trastornos alimentarios y la psicología están íntimamente relacionados. Hablamos de la anorexia, bulimia, la vigorexia o los atracones. Si una persona tiene un trastorno alimentario, tenderá a comer menos, a hacerlo de forma irregular o a centrarse solo en determinados nutrientes. Ninguno de estos casos es sano, por lo que conviene tratarlos.
Una buena dieta equilibrada y planificada proporciona numerosos beneficios psicológicos a quien la sigue. En caso de duda o problemática individual, siempre es recomendable estar monitorizado por un nutricionista. Estos son los más importantes:
La alimentación saludable ayuda al bienestar general, este es un hecho. El cerebro funciona mejor, segregando las sustancias que necesita, así como el resto de las funciones homeostáticas. Y, además, se reduce el riesgo de enfermedades de varias clases, tanto metabólicas como cardiovasculares.
Una dieta adecuada contribuirá a la generación de serotonina, popularmente conocida como la hormona de la felicidad. Pero también reducirá la generación de cortisol, que en determinados niveles es altamente peligroso.
Una persona que coma bien y que esté en su peso ideal se encontrará mejor consigo misma. Esto implica una mayor autoestima y un afán por el autocuidado.
Integrar nutrición y salud mental es posible si sigues unas pautas determinadas. Son las siguientes:
Comer bien
es imprescindible, así como mantener unos hábitos saludables. Hacer ejercicio cada día, no fumar ni beber alcohol ayudarán a sentirse mejor. Y, preferentemente, optar por dietas variadas de patrón mediterráneo o por el llamado Plato Harvard.
La alimentación consciente, o mindful eating, permite integrar lo que comemos con lo que necesitamos. Esto es bueno para sentirnos mejor, no solo física, sino psicológicamente. Si algo nos hace mal, es preferible excluirlo de nuestra dieta.
La educación emocional y nutricional es fundamental, sobre todo desde la infancia. Saber qué nos conviene comer, con qué frecuencia y qué alimentos debemos evitar nos ayudará a mejorar nuestra salud mental.
La importancia de la nutrición para impulsar el bienestar emocional en todos los sentidos es enorme. En Universitat Carlemany, los estudios de Psicología tienen en cuenta esta circunstancia.