En este artículo, veremos tanto las etapas como las áreas clave de desarrollo, y dichos factores para potenciar un mejor acompañamiento.
El desarrollo infantil se puede definir como todos los cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales que se producen en la infancia y que sientan las bases de la vida adulta. No obstante, estos cambios no son lineales ni homogéneos. Cada niño o niña evolucionará a su propio ritmo, puesto que tanto los factores genéticos como el entorno en el que crecen influyen en su desarrollo.
Pero, a pesar de estas diferencias, se han logrado identificar patrones que son comunes. Son estos los que han permitido establecer las distintas etapas del desarrollo infantil de 0 a 6 años y, con ellos, unos objetivos de estimulación adecuados.
Dentro del proceso de desarrollo se incluyen la maduración biológica, social, psicomotriz, cognitiva y afectiva. Por esta razón, no se puede ni debe concebir como un cambio físico, sino que son cambios integrales y profundos en distintas capacidades, como la comunicación, el pensamiento, las relaciones o la gestión de las propias emociones. Es un periodo crítico, porque durante él se asientan las habilidades básicas y se construye la personalidad.
Para analizar en detalle la evolución de las capacidades de los menores, se distingue entre varias áreas del desarrollo infantil. Ninguna de ellas opera de manera aislada, sino que están siempre en constante interacción. Son las siguientes:
Dentro del desarrollo físico infantil, encontramos el crecimiento corporal y la adquisición de las habilidades motrices. Dentro de esta última figuran la motricidad gruesa, con actividades como caminar, correr o saltar, y la motricidad fina, que está relacionada con la coordinación y la precisión cuando se usan las manos y los dedos.
A medida que el cerebro madura, el entorno se explora gradualmente y aumenta la interacción con él. Así es como se adquiere la autonomía, que se puede potenciar con la estimulación y la nutrición. Es uno de los desarrollos más fáciles de observar.
El desarrollo socioemocional infantil se centra en la capacidad para reconocer, expresar y regular emociones, así como para establecer vínculos con los demás. Permite aprender a compartir y cooperar con los demás y a lidiar con los conflictos.
Esta área se ve influenciada por el apego con las personas de referencia, el clima familiar y las experiencias tempranas. Todos ellos serán determinantes en la forma en que el niño o niña se relacionará en la adolescencia y la adultez.
El desarrollo del habla es un proceso gradual que comienza con vocalizaciones sencillas y que va evolucionando a ritmos desiguales hasta alcanzar las estructuras más complejas. El habla sirve para comunicarse, pero también para desarrollar pensamientos e interactuar.
Su avance o retraso se puede ver afectado por factores como el estímulo que reciba, cuánto se le hable o las dificultades personales que el menor pueda tener, como las auditivas.
El desarrollo cognitivo en la infancia es el que afecta a la atención, la memoria, el razonamiento y la resolución de problemas. Es necesario para aprender una vez que se incorporan a la escuela, ya que sirve para construir el pensamiento abstracto.
El avance también es relativo y desigual, porque depende de la madurez del cerebro, de las interacciones sociales y del acceso que se tenga a experiencias variadas. A través de estas, se puede experimentar y mejorar la comprensión del entorno que les rodea.
Hemos dicho que cada menor avanza a su ritmo a través de las diferentes áreas de desarrollo infantil. Sin embargo, existen hitos generales por edades, que son los que suelen guiar la evolución y la identificación de posibles señales de alerta.
En los primeros meses, el bebé gana control de la cabeza y realiza movimientos básicos. En los dos primeros años de vida, empieza a caminar y a explorar su entorno. Entre los 3 y los 6 años, la coordinación mejora y aprende a correr, trepar y manipular con precisión objetos de pequeño tamaño.
En los primeros años, se establece el apego inicial con las figuras de referencia. Alrededor de los dos años, comienzan a ser autónomos y aparecen las rabietas por la frustración. En la etapa preescolar, se aprende a cooperar y a comprender las normas sociales; ambas son habilidades necesarias para integrarse en la sociedad.
Alrededor del primer año, se supera el balbuceo inicial y se aprenden las primeras palabras. Entre los dos y tres años, se adquiere un vocabulario básico y se elaboran frases simples. En la etapa preescolar, el lenguaje se enriquece, con estructuras más complejas.
A partir de los 8 meses, los bebés desarrollan la permanencia del objeto, que es la capacidad para entender que algo sigue existiendo aunque no se vea. Después, mejora la memoria y la capacidad para resolver problemas sencillos. En la etapa preescolar, surge el pensamiento simbólico y el mundo se representa con juegos, dibujos y lenguaje.
La evolución depende tanto de la genética como de múltiples condicionantes internos y externos. Entre los principales factores que influyen en el desarrollo infantil destacan:
Genética y biología
. Pueden determinar el desarrollo de las distintas áreas. Se puede recurrir a conceptos como las bases biológicas de la conducta para entender la relación entre biología y comportamiento.
Entorno familiar
. El ambiente en el hogar, el estilo de crianza y la estimulación al menor son determinantes. La neuropsicología infantil se utiliza para entender cómo las experiencias tempranas modelan el cerebro.
Educación y socialización
. En la escuela y en las relaciones sociales, se facilita el aprendizaje y el desarrollo de las habilidades sociales y cognitivas. La psicología educativa es la que analiza la influencia de los procesos de enseñanza en la evolución del menor.
Salud y nutrición
. La alimentación también repercute en el correcto desarrollo físico y en la prevención de enfermedades. Debe ser equilibrada y rica en nutrientes.
Cultura y contexto social
. Los valores, creencias y recursos disponibles también pueden crear oportunidades y limitaciones para el crecimiento infantil.
El desarrollo infantil integra procesos físicos, cognitivos, emocionales y sociales que se entrelazan a lo largo de la infancia. Para poder detectar las necesidades individuales e intervenir cuando sea conveniente, es necesario conocer las diferentes etapas, con sus áreas y condicionantes.
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