Entendemos como dependencia energética aquella cantidad de energía primaria que necesita importar un país para lograr abastecerse. Puede tratarse de energía para obtener calor, electricidad o para mantener el transporte.
Los recursos primarios energéticos son los que se obtienen de forma directa de la naturaleza: viento, biomasa, agua, sol, gas, etc. Pensemos que gran parte de las fuentes de energía empleadas en la actualidad proceden de combustibles fósiles como el gas, el carbón o el petróleo. El problema es que todos ellos emiten gases que aumentan el efecto invernadero en su combustión. Representan un grave problema para la sostenibilidad porque perjudican el medioambiente al favorecer el cambio climático.
Queremos explicar la forma en la que se clasifica la energía para comprender mejor toda esta realidad que estamos abordando. Podemos dividirla en dos grandes grupos, hablamos de las energías renovables y las energías no renovables.
Otra clasificación es la que hace referencia de nuevo al tipo de fuentes de las que proceden, nos referimos a las fuentes de energía primaria y fuentes de energía secundaria. Las secundarias dependen del proceso de transformación de las de energía primaria.
Las fuentes no renovables son aquellas que se agotan con el uso y el paso del tiempo, ejemplos de ellas son el uranio o los hidrocarburos.
Por el contrario, las fuentes renovables son menos limitadas o ilimitadas y se consideran más sostenibles. Hablamos de la energía que procede del sol, del viento o del agua.
En este caso, las fuentes energéticas primarias son aquellas que obtenemos de manera directa de la naturaleza. En cambio, las fuentes energéticas secundarias resultan del proceso de transformación de los recursos primarios.
Si un país tiene una elevada dependencia energética respecto a otros países, los efectos son numerosos en diferentes ámbitos. Exponemos los principales a continuación.
Tener dependencia para obtener una parte de la energía necesaria para el consumo de un país, provoca alteraciones en el suministro. Esto sucede porque dicho suministro no está bajo el control único del país que importa, sino que dependen de las decisiones de los países de los que importa energía.
Es por ello que ante un acontecimiento externo el suministro puede verse afectado sin capacidad de reacción inmediata. Y en el caso de la energía, esto es una situación compleja y de urgente solución.
Cuando existe dependencia del exterior, la economía sufre fluctuaciones en los precios de adquisición y venta de energía. Hay que tener en cuenta que no se puede controlar el precio de las fuentes de energía primaria en estos casos. Todo genera una inestabilidad en el coste de energía que a su vez tiene como efecto un déficit en la balanza comercial del país importador.
Las opciones de los países en estas situaciones pasa por:
Realizar una mayor inversión en producción local con renovables.
Ofrecer subvenciones al transporte público para reducir la necesidad de importar combustible.
Invertir en plantas de regasificación.
Controlar el uso de la energía en el consumo.
Algunas de estas políticas se han desarrollado en diferentes países de la Unión Europea en los últimos meses para compensar la dependencia energética.
Por todo lo anterior, cada vez son más los movimientos que apuestan por lo que se conoce como independencia energética. Pretende reducir la dependencia hacia los combustibles fósiles. El objetivo es generar una energía más limpia que permita el consumo energético sostenible.
Existe un amplio consenso en que para evitar la dependencia de la energía hay que impulsar el uso de energía renovable y la reducción de nuestro consumo como sociedad. Solo de este modo se puede prescindir o minimizar el uso de fuentes de energía tradicionales asociadas a combustibles fósiles.
Además, el uso de renovables puede también mejorar la calidad del aire, la salud y la calidad de vida. Además, se trata de recursos ilimitados que permiten alcanzar un mercado energético con mayor estabilidad.
Como personas que consumimos energía, a nivel individual también podemos aportar a este cambio hacia la independencia energética. Algunas buenas prácticas para contribuir a este cambio son:
Para reducir el uso de coche: elegir el transporte público o la bicicleta, compartir coche con otras personas o cambiar al eléctrico. De este modo se reduce la huella de carbono.
Utilizar envases reutilizables, reciclar los envases no reusables y evitar siempre los de plástico. Los cambios se pueden ir haciendo de manera gradual, pero sin pausa.
Optar siempre por productos sostenibles y orgánicos para evitar que lleven materiales derivados del petróleo.
Elegir alimentos de producción local. Esto permite reducir el transporte de alimentos entre países.
Cambiar a proveedores de energía 100% verde y renovable. Es importante que nuestra implicación se traduzca en acciones. Cada vez tenemos más opciones para hacer las cosas mejor y debemos ser responsables y consecuentes.
El contexto mundial y los acontecimientos recientes nos han mostrado la importancia de comenzar a realizar cambios profundos en nuestro modo de relacionarnos con nuestro planeta. Es más necesario que nunca equilibrar la balanza entre el modo que consumimos y el cuidado del medioambiente. Y esto afecta a cada una de las personas que habitamos el planeta, ya vemos que las consecuencias no se limitan a un solo grupo o varios.
Es importante que haya profesionales con buena preparación abordando las situaciones que afectan a la consecución de energías renovables y limpias que permitan el autoabastecimiento de los países. De este modo serán regiones con una estabilidad económica que les permita crecer de manera sostenible. Si quieres dedicar tu futuro a mejorar esta realidad, conoce nuestroBachelor en Ciencias Ambientales y accede a un sector profesional en crecimiento.