Está ampliamente aceptado que las oportunidades educativas deben ser las mismas para toda la población desde la infancia. Esta tesis se deriva de dos observaciones sobre la educación y la ciudadanía. Primero, que la educación influye significativamente en las oportunidades de vida de una persona en términos de éxito en el mercado laboral, preparación para la ciudadanía democrática y desarrollo humano en general. Y segundo, que las oportunidades de vida no deben estar determinadas por ciertas circunstancias arbitrarias que dependen del nacimiento, como la clase social, raza y género.
Pero el significado preciso y las implicaciones del ideal de igualdad de oportunidades y educación son objeto de un desacuerdo sustancial (Jencks 1988).
Existen tres factores clave que subrayan la importancia de tratar la igualdad de oportunidades educativas como una preocupación independiente. Estos factores son: el lugar central de la educación en las sociedades modernas y la miríada de oportunidades que brinda; la escasez de oportunidades educativas de alta calidad para muchos niños; y el papel fundamental del estado en la provisión de oportunidades educativas.
La educación tiene un valor tanto instrumental como intrínseco para los individuos y para la sociedad en su conjunto. Como declaró la Corte Suprema de los Estados Unidos en su decisión unánime en Brown v. Board of Education (1954), "En estos días, es dudoso que se pueda esperar razonablemente que cualquier niño tenga éxito en la vida si se le niega la oportunidad de una educación".
Además, los niveles de educación están relacionados con la salud y la riqueza. Cuanta más educación adquiera una persona, tanto más sana y rica es probable que sea. Al mismo tiempo, la educación también se considera intrínsecamente valiosa. El desarrollo de las propias habilidades y talentos puede ser agradable o bueno en sí mismo y un componente central de una vida floreciente, con independencia de las consecuencias que esto tenga para la riqueza o la salud.
Pero la educación es un bien muy valioso no solo para los individuos sino también para la sociedad, especialmente para las sociedades democráticas. Esto hace que las preguntas sobre quién tiene acceso a oportunidades educativas de alta calidad y cómo deben distribuirse las oportunidades educativas sean particularmente relevantes. De ahí la importancia de la relación entre igualdad de oportunidades y educación.
Aunque las sociedades desarrolladas brindan educación gratuita a sus ciudadanos, la financiación de la educación siempre compite con la necesidad de cubrir para los ciudadanos otras necesidades básicas de bienestar (vivienda, atención médica, alimentos), así como bienes culturales (museos, parques, salas de conciertos).
Esto conlleva una escasez de oportunidades educativas de alta calidad, lo que pone en jaque la relación de igualdad de oportunidades y educación. El problema se da en todo occidente, pero resulta especialmente patente en la educación universitaria de Estados Unidos.
En este país dicho país existe una competencia feroz para la admisión en las universidades más prestigiosas, que admiten a menos del 10% de los solicitantes. Los padres más ricos a veces hacen todo lo posible para reforzar las solicitudes de sus hijos pagando por tutorías, actividades extracurriculares y asesoría de admisión, actividades que pueden poner a los solicitantes sin estos recursos en una desventaja significativa en el proceso de admisión.
También en Estados Unidos, el acceso a la educación primaria y secundaria de alta calidad se limita a los niños cuyas familias pueden pagar una vivienda en vecindarios de clase media, o que tienen acceso a escuelas privadas a través de matrículas o becas.
Las oportunidades educativas son aquellas que tienen como objetivo permitir que las personas adquieran conocimientos y ciertas habilidades y cultiven ciertas capacidades. Podemos valorar la oportunidad educativa en algunos casos por el valor intrínseco de adquirir conocimientos. En otros casos podemos preocuparnos más por sus efectos instrumentales sobre el bienestar individual. Por ejemplo, el éxito en el mercado laboral. Cualquiera que sea nuestra razón fundamental para preocuparnos por la oportunidad educativa, para que se pueda decir que una persona tiene esta oportunidad, no debe encontrar obstáculos insuperables e irrelevantes para el objetivo educativo particular.
Por lo general, asociamos los objetivos que constituyen oportunidades educativas con el acceso a instituciones educativas como escuelas y universidades. Sin embargo, los aprendizajes, el desarrollo y la capacitación profesionales también brindan oportunidades educativas. Además, existen muchos tipos informales de oportunidades educativas. Estos incluyen debates públicos y conferencias. Así como el tiempo dedicado a leer, practicar o pensar fuera del contexto escolar.
John Rawls desarrolló una concepción que él llama Igualdad justa de oportunidades (FEO son sus siglas en inglés). La FEO requiere que el acceso a todos los cargos públicos esté formalmente abierto a todos los individuos que forman parte del conjunto social. Y que los individuos dotados de talento y una motivación similares deben disfrutar aproximadamente las mismas oportunidades de alcanzar estos puestos. Independientemente de su origen de clase social.
FEO sostiene que todos los ciudadanos de una sociedad cuentan como agentes relevantes. El objetivo deseado son las oficinas y los cargos públicos. Los obstáculos que las personas no deben enfrentar incluyen su origen social. Por otra parte, los obstáculos que las personas pueden enfrentar legítimamente incluyen tener menos habilidades desarrolladas o menos voluntad para usarlas.
Cuando se aplica a la educación, este principio puede apoyar medidas educativas que cierren la brecha de rendimiento entre los ricos y los pobres con el mismo potencial de alto talento. Se asume, pues, que a los estudiantes de entornos más pobres les debería ir tan bien como a sus compañeros más ricos con el mismo potencial. El principio rawlsiano de FEO tiene como objetivo eliminar los efectos del origen social y la clase económica en el rendimiento educativo. Por lo tanto, la igualdad justa de oportunidades ofrece una interpretación radical de la igualdad de oportunidades educativas.