El de sostenibilidad se ha convertido en un concepto estrechamente relacionado con la actividad empresarial en diferentes sectores.
Según la teoría poblacional de Thomas Malthus desarrollada en 1798, la población crece más rápido que los recursos. Precisamente por ello, es necesario hacer una gestión eficiente y sostenible de los mismos.
Tuvieron que pasar casi dos siglos, hasta 1969, para que naciera el concepto “desarrollo sostenible”, que recoge en cierta medida esta idea. En 1987, este término aparecía en el informe Brundtland. Un documento elaborado por varios países para la ONU, en el que se destacaba la necesidad de estudiar y delimitar el impacto de las actividades humanas sobre el medio ambiente.
Lo que se busca a través de la sostenibilidad es conseguir satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, pero sin que esto comprometa las posibilidades que van a tener las generaciones futuras de atender sus propias necesidades.
En el contexto actual de crisis climática, salvaguardar los recursos naturales se ha vuelto especialmente importante. Por eso, gobiernos, instituciones públicas y privadas, así como empresas, están trabajando para lograr un desarrollo económico y social que no ponga en peligro el planeta.
Es justo en este escenario donde surge el concepto de certificación sostenible. Se trata de un documento de carácter oficial que acredita que en la construcción de un edificio se han respetado una serie de parámetros para reducir el impacto ambiental tanto de la actividad constructiva como el que va a tener el propio edificio.
Aunque obtener un certificado de sostenibilidad no es obligatorio, estos documentos demuestran públicamente el compromiso con el entorno, y eso mejora la imagen que transmite la empresa que lo logra.
Ejemplos de construcciones sostenibles hay muchos, pero no todas cuentan con el mismo certificado. Esto se debe a que existen varias certificaciones:
La Building Research Establishment (BRE) de Reino Unido creó esta certificación a finales de la década de 1980. En España, es la Fundación Instituto Tecnológico de Galicia la que se encarga de gestionar su concesión.
Este sistema evalúa las categorías de:
Gestión.
Salud y bienestar.
Energía.
Transporte.
Agua.
Materiales.
Residuos.
Suelo y ecología.
Contaminación e innovación.
Dentro de cada categoría hay diferentes objetivos a alcanzar y, en función de los que se hayan logrado, se atribuye una puntuación. Después, el edificio queda clasificado como aprobado, bueno, muy bueno, excelente o excepcional, y obtiene su certificación BREEAM.
El certificado Leadership in Energy and Environmental Design surgió en Estados Unidos a principios de la década de 1990. En España son Spain GBC y GBCe las encargadas de gestionar todo lo relativo a esta certificación.
Lo que se valora en este caso es:
Proceso integrador.
Localización y transporte.
Parcela sostenible.
Eficiencia en el uso del agua.
Energía y atmósfera.
Materiales y recursos.
Calidad del aire interior.
Innovación y prioridad regional.
Teniendo en cuenta estos criterios y los logros conseguidos en cada uno de ellos, se puede obtener una puntuación máxima de 100 puntos a los que se pueden sumar otros 10 puntos extra mediante categorías adicionales. En base a los puntos obtenidos se concede un nivel u otro de certificación: certificado, plata, oro y platino.
LEED es el sistema de certificación de passivhaus y otros edificios sostenibles más populares dentro de la industria de la construcción.
Esta certificación nació en España a principios de los 2000 para determinar cuáles son los objetivos que debe cumplir una edificación que desee minimizar su impacto ambiental a lo largo de todo su ciclo de vida.
Esta herramienta fue desarrollada en su momento por el Comité Técnico GBC junto con el Grupo de Investigación ABIO-UPM e instituciones y empresas asociadas a GBC España.
Su sistema de evaluación se lleva a cabo en tres fases: pre-diseño; diseño y construcción; uso y fin de la vida útil del edificio. Los factores que analiza son:
Parcela y emplazamiento.
Energía y atmósfera.
Recursos naturales.
Calidad del ambiente interior.
Calidad del servicio.
Aspectos sociales y económicos.
En cada categoría se miden una serie de parámetros críticos y se puede obtener una puntuación que va del 0 al 5. Al ponderar los puntos obtenidos en cada factor evaluado, se otorga la certificación que se divide en: una, dos, tres, cuatro y hasta cinco hojas.
Este documento resulta útil de diferentes maneras para las empresas que lo obtienen:
La ciudadanía está cada vez más concienciada sobre la necesidad de cuidar del entorno. Por eso, las empresas que pueden acreditar que se interesan por la sostenibilidad tienen una mejor imagen en el mercado, y esto les reporta ventaja competitiva.
Las certificaciones sostenibles no son obligatorias dentro del sector de la construcción. Sin embargo, como tienen reconocimiento internacional pueden facilitar el acceso a otros mercados, porque acreditan que se trabaja prestando atención al medio ambiente y a la sostenibilidad.
En zonas en las que hay regulaciones ambientales estrictas, contar con un documento de este tipo es esencial para poder trabajar.
Algunas ayudas públicas ya están dando prioridad a proyectos sostenibles, y también las entidades bancarias se muestran más dispuestas a financiar proyectos de este tipo. Por eso, contactar con una certificación contribuye a que las posibilidades de recibir financiación sean más elevadas que si no se tiene.
Adoptar prácticas sostenibles dentro del proceso de construcción implica una inversión, pero a largo plazo da lugar a importantes ahorros. Por ejemplo, porque se consumen menos recursos a la hora de levantar una edificación, o al reducir los consumos energéticos durante su ciclo de vida.
El certificado de sostenibilidad no es una mera tendencia en el sector de la construcción, es una herramienta que ha llegado para quedarse. Si te interesa este campo de actividad, puedes convertirte en especialista en tecnología ambiental con nuestro Bachelor en Ciencias Ambientales.