La contaminación acústica es un problema recurrente en las ciudades, por una cuestión de bienestar. Definimos el concepto y proponemos soluciones para minimizarla, que se pueden aprender en un Bachelor en Ciencias Ambientales.
Entendemos como contaminación acústica los niveles de ruido ambiental que superan una determinada medida en decibelios (dB). Ahora mismo, se considera que aquello que está por encima de los 65 dB, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya sería ruido.
No obstante, los niveles de molestia pueden variar y ser más o menos nocivos. De hecho, a partir de los 75 dB ya se considera que el ruido es dañino y, si sobrepasa los 100-120, incluso generaría dolor físico a quien lo escuche. Este impacto ambiental se tiene que evaluar periódicamente porque, solo así, es posible conocer su verdadero alcance.
Asimismo, conviene señalar que las consecuencias son de varios tipos, en función de la magnitud de esta contaminación.
Las consecuencias negativas de la presión sonora son diversas, y la mayoría negativas. Indicamos las más importantes:
Molestia para concentrarse o dormir: es evidente que el ruido genera un factor de distorsión en la concentración. Y si esto es problemático a cualquier hora del día, tanto más por la noche. Al final, para descansar, por regla general, se necesita silencio.
Dificultades para comunicarse: una ciudad ruidosa es un lugar en el que, objetivamente, es más difícil comunicarse. Y si a eso le añadimos el tráfico, podemos estar ante un problema importante. Por esa razón, cuanto menos ruido, mejor.
Aumento del estrés: el aumento del estrés es otro de los problemas asociados a la contaminación sonora. En consecuencia, esto puede crear numerosos inconvenientes de salud de todo tipo, de forma directa e indirecta. Esta exposición persistente puede crear problemas nerviosos que requieran de acompañamiento médico.
Problemas de audición: habrá que medir cuál es el grado de ruido o contaminación acústica, pero una exposición prolongada a la misma puede generar problemas de audición crónicos.
Por estas razones, se recomienda evitar un exceso de ruidos en los ambientes urbanos. Y la buena noticia es que se pueden tomar medidas para ello.
Las soluciones para minimizar la contaminación acústica deben plantearse a corto, medio y largo plazo. Es indiscutible que las administraciones públicas tienen mucho que hacer y decidir. Estas son 5 soluciones que pueden ayudar de forma importante a conseguir unas ciudades más habitables:
La electrificación de los automóviles es uno de los valores que reducirán, y en gran medida, el nivel de los decibelios en las ciudades. Recordemos que un motor eléctrico, o incluso híbrido, es mucho más silencioso que un motor de explosión. Por lo tanto, aquí hay una alternativa para mejorar el bienestar colectivo.
Recordemos, además, que varios países de la Unión Europea ya han marcado el horizonte de 2035 para dejar de fabricar vehículos con motores de explosión. Por lo tanto, todo lo que vaya en la línea de adelantar ese momento será positivo.
El tráfico rodado en las ciudades se debe reducir al mínimo imprescindible. No en vano, esta es una de las principales causas de ruidos. Hay tres tipos de medidas para conseguir este objetivo:
Establecer zonas peatonales: las zonas peatonales fomentan la movilidad tradicional allí donde es posible y alternativa al coche. Y, obviamente, cuantos menos coches, menos ruidos, hoy en día.
Fomentar el uso del transporte público: los transportes públicos pueden ser más eficientes para asegurar la movilidad y, con ello, se reducen los ruidos en los entornos urbanos. Con este tipo de transportes, no es necesario que circulen tantos vehículos particulares. Y todo esto, además, con una mayor eficiencia de los recursos colectivos.
Restringir el uso del coche particular: cobrar peajes por entrada al centro de las ciudades o la creación de zonas con Bajas Emisiones sirve, también, para reducir el ruido. Estas políticas ya se empezaron a implementar hace décadas, pero se están intensificando.
Combinando estas medidas, dentro de una política de movilidad sostenible, ayudará a reducir la contaminación generada por los ruidos.
Los horarios nocturnos están establecidos por ordenanzas municipales y autonómicas propias de cada territorio, pero se deben hacer cumplir. Recordemos que todo aquello que supere los 30 decibelios por la noche ya no es recomendable. Por lo tanto, es fundamental asegurarse de que el tráfico es menor y, también, de que los negocios que estén abiertos cumplan con las normativas de ruidos.
Aquí hay, también, una responsabilidad por parte de las administraciones en relación con su acción. Por ejemplo, las obras solo pueden llevarse a cabo en los horarios permitidos por la normativa local y autonómica correspondiente.
Los materiales aislantes en locales y edificios son fundamentales si hay un negocio funcionando en un bajo. Esto sucede, sobre todo, en sectores como la hostelería nocturna. En este caso, si hay un sistema de insonorización adecuado, esto no debería generar problemas en los pisos de arriba ni a los vecinos. La normativa obliga a ello, pero es conveniente recordarlo.
Las zonas de carga y descarga debidamente organizadas ayudan a que el ruido no se distribuya por toda la ciudad. Además, si se fijan claramente los horarios y el máximo de tiempo permitido, se reducirán las molestias para los residentes. Obviamente, estos límites los tiene que fijar cada ayuntamiento, habilitando las zonas correspondientes. Por esa razón, no está de más tenerlo presente y organizarlo en la medida que sea posible.
La contaminación acústica en ciudades se puede y debe reducir, pero es necesario que haya planificación y que esta se ejecute correctamente. Con estas medidas, se puede conseguir el objetivo de unas ciudades más amables para sus residentes. Desde la Universitat Carlemany, impulsamos una formación orientada a formar a profesionales capaces de abordar estos retos y construir entornos más sostenibles y habitables.